Martín y Ruy de alguna forma consiguieron reunir lo que para su edad ‎es todo un capital. No vamos a preguntárselo porque para la historia que nos ocupa no tiene tampoco mayor trascendencia, pero nos imaginamos que conseguir ese dinero les debió costar los aguinaldos de varias Navidades y cumpleaños, alguna que otra gratificación recibida de los abuelos y no pocas pagas de su todavía escueta asignación semanal. Lo que sí tiene verdadera importancia es lo que decidieron hacer con su inversión una vez reunida la redonda cifra de cien euros. Porque estamos seguros de que para cualquier niño de su edad la tentación de convertir un billete verde en golosinas o en helados o en juguetes debe ser poco menos que soñar con el paraíso, pero cuando llegó el momento de romper la hucha y sacrificar a su cerdito de arcilla Ruy y Martín lejos de pensar en pegarse un monumental atracón de gominolas decidieron destinar sus ahorros al apadrinamiento de pacientes de nuestro Hospital de Fauna Salvaje.

Son ellos, dos niños, los que han hecho posible esta vez el milagro y las beneficiarias han sido dos águilas calzadas: un macho, bautizado por su padrino como Flash, y una hembra, Calcetines; un juvenil de este año y un adulto; una ingresada por disparo (¡cómo no, uno de tantos!) y otra con los dos coracoides rotos por algún traumatismo desconocido; las dos con mal pronóstico y con remotas posibilidades de recuperación cuando nos hicimos cargo de ellas y sin embargo ahora las dos con las maletas hechas para su largo viaje migratorio.

En el momento de la liberación acompañaron a los padrinos sus padres, Pedro y Rosa, aunque ellos vinieron como simples espectadores porque ya hemos dicho que la idea, la decisión y la financiación corrieron íntegramente por cuenta de nuestros dos pequeños protagonistas. Pero está claro que unos niños no harían algo así si esa misma actitud de respeto y de compromiso con la naturaleza no la estuvieran viendo en su casa y no la aprendiesen de sus mayores, con lo cual no nos cabe duda de que a Pedro y Rosa les corresponde también buena parte del mérito de esta noticia.

Ruy habla ya incluso de que quiere ser veterinario y que en cuanto sea mayor de edad vendrá a GREFA a ayudarnos como voluntario. ¡Ojalá sea así; aquí te esperamos! De momento a nosotros el que haya una nueva generación que apunta estas maneras y unos padres que educan a sus hijos con estos valores nos llena de ilusión y nos hace pensar que tal vez todavía queda esperanza. Aunque más bien habría que preguntarse quién está educando a quién, puesto que dos chavales que no levantan un metro del suelo nos han dado una soberana lección de la que muchos deberíamos aprender.