En efecto ante todo debe garantizarse la integridad física de la persona que va a realizar la captura, porque además no estamos ya hablando de aquellos animales desfallecidos, deprimidos o casi moribundos que ingresaron en nuestro hospital sino que ahora son ejemplares en plenas facultades que hacen que nos enfrentemos a picos, garras, colmillos, zarpas, púas, uñas y todo un potente arsenal defensivo no siempre fácil de dominar. Aunque pueda sorprendernos hasta un pequeño corzo con aspecto de inofensivo “bambi” podría partirnos un hueso o dejarnos fuera de combate sin gran esfuerzo con una sola coz de sus pezuñas, así que imaginemos lo que podría hacer con nosotros cualquier otro de nuestros habituales pacientes a los que ya de partida se les presupone mucha menos “inocencia” que a un corcino.

Pero tan importante para nosotros como la integridad de la persona es la seguridad del propio animal. No queremos que semanas y meses de trabajo dedicado a su rehabilitación se vayan al traste en el último momento, así que todo debe hacerse con el máximo cuidado para intentar no causarle ningún daño al capturarlo o al manipularlo. No hay que olvidar además que el instinto de cualquier animal no es atacar sino que en primera instancia tratarán de huir, así que hay que evitar que en ese intento por escapar de nosotros ellos mismos puedan lesionarse.

Liberación corzos Liberación corzos

Y ahí está la clave del tercero de los requisitos fundamentales: rapidez. Todo tiene que desarrollarse en unos pocos segundos, no sólo para minimizar los posibles daños a nuestro paciente sino sobre todo también para ahorrarle en la medida de lo posible el estrés y la ansiedad que esta situación supondrá para él. ¡Pongámonos en su piel e imaginemos que a nosotros intentaran capturarnos para vete tú a saber qué (“nada bueno”, pensarán ellos sin duda)!

¿Las herramientas para llevar a buen puerto tan comprometida misión? … Sobre todo dos: experiencia y destreza. En un momento dado podemos ayudarnos de ciertos accesorios, como por ejemplo una red, un lazo o una simple toalla, pero ninguno de esos útiles en realidad serviría de nada sin la extraordinaria profesionalidad de nuestros equipos. Resulta admirable la efectividad y la limpieza con que ejecuta esas maniobras el personal de GREFA con años de práctica a sus espaldas. ¡Nunca fue tan cierto el dicho de que más vale maña que fuerza!

Ahora sí está todo listo para el esperado momento de abrirle al animal las compuertas de su ansiada libertad. Cuando salga y le veamos marcharse no podremos evitar aplaudir como siempre nos ocurre en estos casos, pero aunque la ovación irá dirigida principalmente al protagonista emplumado o peludo de esta historia dedicaremos también una parte de esas palmadas a todos los que hicieron posible este momento y, entre ellos, al compañero anónimo que hizo la exitosa y difícil captura final.

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… Tantas explicaciones sobre algunos de los secretos que se esconden tras la salida definitiva de cada uno de nuestros pacientes nos han dejado casi sin sitio para hablaros del apadrinamiento concreto que hoy os traíamos, que es el de los corzos “Tiziano”, “Muffin” y “Neme”, bautizados así por sus madrinas: Isabel, Rosa y Soledad. Seguro que ellas sabrán perdonarnos por haberlas dejado relegadas al párrafo final de esta noticia, puesto que son nada menos que la madre de una de las trabajadoras de GREFA, la mujer de uno de los voluntarios y una de nuestras madrinas más activas, así que las tres conocen de sobra que más importante que cualquier cosa que nosotros pudiéramos contar en esta reseña fue el proceso de apadrinamiento que ellas han vivido y que culminó en el emocionante momento de la suelta, algo que hemos tratado de resumir en este pequeño vídeo-montaje que os invitamos a ver: